Durante los primeros días y meses de la tormenta que sacudió al mundo en marzo de 2020, uno de los Equipos de Protección Individual (EPI) que más desesperadamente se buscaba por todas partes eran las mascarillas autofiltrantes FFP2 y FFP3.
El SARS-CoV-2 es un virus que se transmite de muchas formas, pero una de las principales es a través de la propagación y posible inhalación de gotículas respiratorias exhaladas de una persona infectada.
La escasez de los primeros meses, llevó a que los Gobiernos de todo el mundo habilitasen mecanismos para que el personal sanitario, y otro personal de primera línea, dispusiesen de medios que les permitieran protegerse frente al virus. Entre estos mecanismos se encontraba la autorización de comercialización de mascarillas, incluso sin marcado CE, conformes a especificaciones no armonizadas (como la norma china GB 2626-2006)
Desafortunadamente, aquella emergencia y escasez tuvo un efecto indeseado, y este tipo de mascarillas se generalizaron, más allá del uso destinado a la protección contra el SARS-CoV-2. Incluso hoy, inmersos ya en la segunda o tercera ola de la tormenta, podemos ver mascarillas autofiltrantes que se utilizan de forma inadecuada, poniendo en entredicho la salud y seguridad de algunos trabajadores.
En esta entrada del blog, queremos hacer hincapié en la crucial importancia que tiene el hacer una selección y uso adecuados de los Equipos de Protección Respiratoria (EPR) para poder disponer del tipo y nivel de protección que corresponden a cada situación de riesgo.
Como decíamos en una entrada anterior del blog, las condiciones extraordinarias de comercialización que mencionamos anteriormente, según las cuales, se permitía la comercialización, previa autorización, de EPI sin marcado CE, finalizaron el pasado 31 de diciembre de 2020. Por lo tanto, a partir del 1 de enero de 2021, la única legislación aplicable al EPI será el Reglamento (UE) 2016/425, y los únicos EPI que se podrán comercializar y adquirir, deberán llevar el marcado CE sobre el EPI.
En el caso de las mascarillas autofiltrantes, como EPI de categoría III, el fabricante, además de someter al EPR a la certificación UE de Tipo, debe someter al equipo a uno de los procedimientos de conformidad con el tipo (módulo C2 o D), con el fin de poder asegurar que el guante que pone cada día en el mercado es idéntico al que obtuvo el certificado UE de Tipo. Cuando supera estos requisitos, puede colocar el marcado CE, junto al que se indicará el número de cuatro dígitos que identifica al organismo que realiza el control con el tipo.
Todos los EPI tienen límites a su capacidad de protección. Son las fronteras hasta las que llega la capacidad del equipo para proteger al usuario de los riesgos previstos por el fabricante. Para evitar daños a la salud y la seguridad de los trabajadores, debemos conocer muy bien cuáles son esos límites en todo momento.
Toda esta información acerca de límites de protección y precauciones durante el uso, resulta tan vital que, el Reglamento (UE) 2016/425 obliga a que todos los EPI detallen en el folleto informativo, de forma clara y concisa, cuáles son estos límites de protección.
En el caso de los EPR, y más específicamente de aquellos de los que nos ocupamos en esta entrada, el límite de la protección está en la capacidad del equipo en mantener el contaminante fuera de nuestras vías respiratorias. Esta capacidad se basa en dos parámetros básicos: la capacidad del EPR para eliminar el contaminante del aire que respiramos y la capacidad del EPR para evitar que la atmósfera que contiene el contaminante penetre hacia nuestras vías respiratorias.
En el caso de los EPR filtrantes, como las mascarillas autofiltrantes, no hay que olvidar que su función es la de eliminar del aire que pasa a través del material del filtro los contaminantes presentes en la atmósfera de trabajo. Dependiendo del tipo de protector que tengamos, se retirarán unos contaminantes u otros.
Así, por ejemplo, las mascarillas autofiltrantes contra partículas conformes a la norma EN 149:2001+A1:2009, eliminan partículas sólidas en suspensión aérea, incluso aquellas que tienen una naturaleza orgánica (se ensayan también frente a un aerosol de aceite de parafina). La eficacia con que eliminan estas partículas del aire respirable es creciente con la clase de mascarilla (eficacia filtrante: FFP1≥80%; FFP2≥94%; FFP3≥99%)
Sin embargo, algunas otras mascarillas, como las KN95 (norma GB2626-2006), o las que cumplen con la especificación PPE-R 02.075 Version 02, no han sido ensayadas frente a las partículas sólidas en base aceite.
Por último, ningún tipo de mascarilla autofiltrante contra partículas ofrecerá protección frente a los contaminantes que se encuentren en estado gaseoso. El conocimiento de estas limitaciones es fundamental para la selección del EPR, ya que si en un determinado entorno nos encontramos, por ejemplo, partículas en suspensión que tienen naturaleza oleica, habrá determinados tipos de EPR que no nos ofrezcan ningún tipo de protección frente a dichos contaminantes.
La otra parte importante de la capacidad que tienen los EPR de mantener los contaminantes alejados de nuestras vías respiratorias se basa en evitar que la atmósfera del entorno penetre hacia el interior de la pieza facial.
En el caso de las mascarillas autofiltrantes, y otros EPR de presión negativa, este efecto se consigue a través de la unión hermética entre el adaptador facial y el rostro del usuario. Cuanto menor sea la hermeticidad de esta interfaz, mayor será la proporción de atmósfera exterior que penetra hacia el interior del adaptador facial, siendo respirada por el usuario. Este fenómeno de paso de la atmósfera exterior hacia el interior del adaptador facial, se conoce habitualmente como “fuga hacia el interior”.
Hay varios factores que tienen impacto sobre el ajuste de un EPR:
En el caso de un EPR, la colocación adecuada del equipo sobre el rostro del usuario es algo mucho más complejo de lo que parece a primera vista, y un error en la colocación, afectará al sellado del EPR sobre la cara, exponiendo al trabajador a la atmósfera contaminada.
Es fundamental que el trabajador haya recibido instrucciones detalladas acerca de cómo colocarse de forma correcta el equipo sobre el rostro y cómo asegurarse de que el sellado es el adecuado.
En el caso de las mascarillas autofiltrantes, uno de los tipos de EPR más utilizados durante la pandemia, las bandas de cabeza deben de estar colocadas de la forma exacta que indique el fabricante.
También es fundamental ajustar correctamente el clip nasal con la que suelen venir incorporadas, a fin de que se ajuste perfectamente al contorno de la nariz y pómulos.
Por último, deben realizarse varias respiraciones profundas para verificar que no haya fugas de aire, y en caso de que las haya, será necesario realizar modificaciones en los sistemas de ajuste (clip nasal, bandas de cabeza,...) que incorpore la mascarilla para evitar estas fugas.
Debemos ser cuidadosos de que accesorios como gafas u otros EPI que pudieran llevarse simultáneamente, no interfieran en el sellado facial.
Por poner un ejemplo, la mayor parte de las mujeres tienen unas dimensiones de la cara sensiblemente menores que la de la mayoría de los hombres y, tal vez, no todos los modelos o formas se ajusten a todas las formas y tamaños de los rostros de los trabajadores.
En otras ocasiones, pueden darse morfologías de rostros que pueden hacer incompatible el uso de determinados diseños de adaptador facial. Por ello, debemos poner especial atención en que el EPR seleccionado se ajuste perfectamente a la forma y tamaño de la cara del usuario.
En otros países, como Reino Unido, EE UU o Canadá está establecido de forma obligatoria que cada trabajador se someta a una prueba de ajuste la primera vez vez que utiliza un determinado modelo de EPR. Estas pruebas de ajuste deben repetirse en caso de que haya circunstancias que puedan alterar el ajuste ya evaluado, como un cambio en el modelo de EPR a usar, cambios de peso, aparición de cicatrices, etc. Sólo mediante estas pruebas de ajuste, que deben realizarse para cada trabajador, existe la seguridad de que los usuarios reciben la protección esperada en el lugar de trabajo.
Existen pruebas de ajuste cualitativas, que suelen basarse en la capacidad del usuario de percibir un olor o un sabor que se libera en una cámara de ensayo mientras se lleva el EPR; y también existen pruebas de ajuste cuantitativas, en las que un medidor especial se acopla a un modelo determinado de EPR para medir la relación de partículas entre el interior y exterior del protector.
Sea de una forma o de otra, la implantación de pruebas de ajuste, aunque sea de forma voluntaria en nuestro país, constituiría un decidido avance en la mejora de la protección respiratoria de los trabajadores expuestos a distintos tipos de contaminantes, lo cual tendría como consecuencia directa un espectacular avance sobre su salud y seguridad.
En determinadas situaciones, y siempre y cuando las condiciones de trabajo lo permitan, podría considerarse el uso de equipos que incorporen un mejor ajuste, como las medias máscaras o los cuartos de máscara, o incluso, en situaciones de trabajo físico muy exigentes, podría valorarse el uso de equipos de presión positiva.
En todos los casos en los que el aire exhalado del interior de la pieza facial, sea evacuado al exterior, y teniendo en cuenta que estamos en medio de una pandemia, debe descartarse la posibilidad de que el aire exhalado sea respirado por personas que no lleven protección respiratoria.
En ocasiones, muchos usuarios únicamente disponen de la información que se entrega junto con el equipo, y los marcados que se incluyen sobre él para verificar que se cumple con la normativa aplicable.
A continuación intentaremos dar una serie de indicaciones básicas que deberían observarse a la hora de tener un EPR delante:
Los EPR constituyen uno de los tipos de EPI que más intensivamente estamos utilizando para proteger la salud y seguridad de los trabajadores en el contexto de la pandemia.
Las condiciones actuales del mercado complican más todavía la difícil labor que supone el seleccionar el tipo de EPI que el trabajador necesita, y asegurar las condiciones para que su utilización se haga conforme a las indicaciones del fabricante.
Sin embargo, con una serie de pautas básicas, entre las que cabría destacar la implantación sistemática de pruebas de ajuste de los EPR, las condiciones de salud y seguridad de todos los trabajadores que tienen que hacer uso de un EPR en su lugar de trabajo experimentará una más que notable mejora.
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